La selección femenina de fútbol de Corea del Norte comienza este martes su camino en el Mundial de Alemania con una doble misión que la diferencia de los demás equipos: ganar y al mismo tiempo complacer a King Jong-il, el líder comunista que dirige con mano férrea el régimen más hermético del globo.
Las jugadoras norcoreanas son privilegiadas en su país. Casi todas son soldados y reciben un entrenamiento táctico y físico altamente especializado en clubes militares. Viven en apartamentos otorgados por el Estado y tienen suficiente comida a disposición, a diferencia de muchos de sus compatriotas.
Detrás de la "Cortina de Hierro" son grandes estrellas que llenan estadios, "mientras que las campeonas del mundo alemanas hacen publicidad de compresas", destaca en una entrevista al diario "Wiener Zeitung" Brigitte Weich, cineasta austriaca que rodó un documental sobre la vida de las jugadoras norcoreanas.
Hasta el año 2000, el fútbol femenino no era bien visto en la Corea comunista, en la que "la mujer debe ser una flor, la mujer debe ser bella, la mujer debe tener cabello largo, la mujer no debe llevar pantalones", como reza la letra de una canción nacional.
Pero cuando los funcionarios deportivos del régimen se dieron cuenta de que no podían cosechar éxitos internacionales con los hombres, comenzaron a fomentar el fútbol para mujeres. Se dice que el propio Kim Jong-il se involucró personalmente en el proyecto.
Una cuidadosa selección desde el sexto grado del colegio, un entrenamiento exigente y el pensamiento colectivo como mandato supremo dieron resultados inmediatos. El combinado norcoreano se coronó campeón de Asia en 2001, 2003 y 2008.
Hoy en día, las norcoreanas están octavas en el ránking mundial de la FIFA y tienen potencial para llegar lejos. Su armadora de juego, Yo Yun-mi, de 24 años, está catalogada como la mejor futbolista de Asia y promete convertirse en estrella mundial.
"Tienen la técnica y la táctica, el físico y la fortaleza mental para llegar a semifinales", opina la internacional alemana Simone Laudehr.
Según datos de la FIFA, de los 24 millones de habitantes de Corea del Norte, unas 500.000 mujeres y niñas practican fútbol. "Nuestro jefe de Estado ama a nuestra selección femenina. Considera a las jugadoras sus propias hijas y les regala todo su amor", cita la revista alemana de fútbol "11Freundinnen" al técnico del once, Kim Kwang-min.
Por ello, la presión sobre las jugadoras es doble. Son estrellas siempre y cuando cosechen éxito para el régimen de cara al exterior.
"Cada hombre, mujer o niño quiere complacer al líder", señala la documentalista Weich, cuya película "Hana, dul, sed ..." (Uno, dos, tres) muestra la forma en que las futbolistas son instrumentalizadas por el régimen.
"El líder es una figura paternal, tanto a nivel político como cultural, en una sociedad estructurada de forma patriarcal (...). Las mujeres no tienen muchas posibilidades de agradar al líder y aprovechan todas las que se le presentan", explica al diario vienés.
La misión de complacer al omnipotente dictador comunista quedará especialmente de manifiesto ya en su primer partido mañana, cuando se medirán en Dresde contra la selección del archienemigo Estados Unidos.
Y ahí no estará en juego sólo el deporte, sino el orgullo nacional, al igual que lo estuvo cuando se enfrentaron a Japón en la ronda clasificatoria para los Juegos Olímpicos de Atenas en 2004.
"Tenemos que ganarle a Japón aunque nos cueste la vida", declaraba en el documental una de las jugadoras antes del encuentro que perdieron 3-0. Las cuatro protagonistas de la película fueron excluidas de inmediato del combinado y tuvieron que abandonar el fútbol por "haber defraudado a toda la nación".
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