Las estadounidenses lograron el domingo su cuarto título de campeonas del mundo de fútbol, un éxito que también es una victoria para las jugadoras lesbianas, que hablaron con orgullo de un tema que sigue siendo tabú en su deporte: su orientación sexual. “¡Vamos, homosexuales!”, exclamó la delantera Megan Rapinoe, elegida como mejor jugadora.
“No pueden ganar un campeonato sin homosexuales en su equipo, nunca se ha conseguido. Está demostrado científicamente”, añadió en tono jocoso. Las declaraciones de Rapinoe no son sólo una broma con un punto de provocación, según Dawn Ennis, una de las responsables de Outsports, un medio deportivo especializado en el asunto de las minorías sexuales. Tener a jugadores o jugadoras que asumen su homosexualidad es beneficioso para un equipo, afirma. “Cuando se es uno mismo, cuando se es auténtico, uno es mejor. Y no tener que pensar en el secreto que se quiere esconder te convierte en un mejor deportista”. Las federaciones de fútbol “deben asegurarse de que los jugadores puedan ser ellos mismos. Está en su propio interés, para que no estén preocupados” y puedan centrarse en sus partidos, abunda Ryan Adams, el presidente de la North American Gay Soccer Association, que promueve la inclusión de la comunidad LGTB (lesbianas, gais, transexuales y bisexuales) en el fútbol en Estados Unidos. Rapinoe no es la única jugadora del equipo estadounidense que habla abiertamente de su homosexualidad. Además de la seleccionadora Jill Ellis, cinco campeonas del mundo son lesbianas, entre ellas Ashlyn Harris y Ali Krieger.
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