Las mujeres ganan cada vez más protagonismo en la escena del fútbol aficionado en Buenos Aires y, desafiando prejuicios, cargan de feminidad al deporte más popular de Argentina.
Basta enumerar la seguidilla Maradona, Messi, Boca-River, "Brasil, decime qué se siente" para despejar toda duda de que Argentina es un país donde se respira fútbol, aunque hasta hace pocos años era un terreno "impensado" para las mujeres.
"Cuando empecé a jugarlo, me interesé por un mundo que siempre me enseñaron que era patrimonio masculino", explica a Efe Romina, arquitecta porteña de 25 años y delantera del equipo "DeTaco FC", mientras se calza sus botines lilas para salir al césped.
"Son talle ‘niño’, no se venden de adulto como para mujer", aclara la joven, que dedica sus tardes de domingo a jugar al fútbol con otras diez chicas en un club del barrio porteño de Caballito, donde un amigo oficia de entrenador y organiza los torneos.
En el terreno de juego se pasean los tonos violetas, rosas, moños en el pelo y hasta uñas estridentes, pero la "prolijidad" (aspecto cuidado) frena de golpe cuando suena el silbato de otro amigo, convertido en árbitro por una hora, y ya no hay diferencia con un partido masculino.
"¿Las mujeres de cualquier edad hoy se animan a decir ‘juego al fútbol y qué? No por eso soy un macho’", afirma Paula Fernandes Delgado, directora de la escuelita "Fútbol a lo femenino", donde se hubo un "boom" de consultas después el mundial pasado.
"Hasta hace cinco años, no había espacios recreativos para juntarse a ‘hacer un picadito’ (partido) con las amigas, algo que reemplace la reunión de café", asegura la mujer, cuya mayoría de alumnas tiene entre 20 y 45 años.
Pese a que no hay números oficiales, Fernandes Delgado realizó un recuento y solo en la zona norte de Buenos Aires, localizó 700 equipos de fútbol aficionados femeninos y un treinta por ciento de pistas ocupadas por mujeres.
En una de estas, al porteño grito de "salile, mostrate, cerrá al medio, ¡salile!", las chicas de DeTaco FC siguen aguerridas las instrucciones de Mauricio, su director técnico hace un año y entrenador de fútbol infantil, mientras dura el partido.
"Al varón en este país se le regala una pelota desde los dos años y aprende cosas desde la infancia que las chicas, no", afirma el entrenador, que se interrumpe para gritar eufórico "¡Gol!" y felicitar a sus jugadoras desde fuera del campo.
El silbido del árbitro anuncia el entretiempo y las chicas corren dirección a las botellas de agua y las horquillas para "domar" el cabello, con la misma naturalidad con la que un grupo de niños de la tribuna se abalanza sobre la tentadora pelota libre y tira al arco.
"El fútbol genera una camaradería a la cual muchas no estábamos acostumbradas, por crecer con juegos más individualistas", afirma Fernandes Delgado, quien cuenta que debe adaptar la técnica futbolística para evitar, por ejemplo, parar la pelota ‘de pecho’".
Si bien hace varios años que las mujeres patean a los arcos porteños de modo aficionado, no son pocos los prejuicios con los que todavía lidian sobre si una chica es "demasiado masculina" por jugar a un deporte caratulado como "de hombres".
"En un club donde jugábamos, los socios se quejaron con las autoridades sobre por qué había mujeres de corto y musculosa (camiseta ajustada)", dice la directora de la escuela, quien conoció a su actual marido jugando al fútbol.
"Todos los hombres con los que hablo piensan que esto es una moda pasajera", afirma Romina.
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